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Fesbal: El aumento de la ayuda alimentaria refleja “el colapso de la economía sumergida”


La crisis del coronavirus ha dado lugar al “colapso de la economía sumergida” en España, lo que ha obligado a pedir ayuda a muchas personas que recibían ingresos no declarados, señala el director general de Fesbal, Miguel Fernández, en una entrevista con Efeagro.

22 MAYO 2020

EFEAGRO/Belén Delgado


La Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal) ha aumentado en un 30 % la comida que reparte a través de sus 54 entidades durante el estado de alarma, decretado a mediados de marzo para contener la pandemia.

“Actualmente, estamos acercándonos a los 16 millones de kilos de alimentos distribuidos entre las más de 7.200 entidades benéficas con las que colaboramos”, frente a los 12 millones de kilos mensuales entregados en 2019, explica Fernández.


El año pasado, repartieron un total de 145 millones de kilos a más de 1,1 millones de personas vulnerables, cifras que se dieron en “condiciones normales”.


Reparto de alimentos por voluntarios del Banco de Alimentos de Madrid. Efeagro/Banco de alimentos de Madrid


En la actualidad, el número de beneficiarios de los bancos de alimentos ha pasado, de unos 100.000 al mes (como venía siendo la media en 2019), a más de 130.000.

Son los que “se ha quedado sin empleo o sin ingresos como consecuencia del confinamiento y de la parálisis de la actividad económica en España”, como en la mayor parte del mundo, subraya el director general de Fesbal.


Los más desfavorecidos

A diferencia de la crisis económica y financiera de 2008, que llevó a atender hasta 1,7 millones de beneficiarios en los años posteriores, el responsable detalla que “en esta ocasión también la economía sumergida ha sufrido el colapso”.

Si en la anterior crisis unas cuantas personas se refugiaron en la economía informal, ahora se han quedado desprovistos de medios “aquellos que recibían ingresos con trabajos paralelos o no declarados, como la asistencia a personas mayores, limpieza de hogares, mercadillos, etcétera”, según Fernández.


Añade que “estas personas no suelen tener un colchón económico sólido de ahorros que les permitan subsistir unas semanas o meses sin actividad”.

El perfil de quienes se han visto forzados a recurrir a la ayuda alimentaria se repite: personas y familias sin trabajo, con empleos precarios esporádicos y mal pagados, de escasos ingresos y ayudas sociales.